Durante años hemos hablado de turismo accesible como si fuera una categoría aparte, casi un cajón de sastre reservado para personas con discapacidad. Un nicho. Un añadido. Y sin embargo, la idea de que viajar debe ser un derecho y una experiencia compartida es mucho más grande que eso. Por eso es hora de evolucionar: de turismo accesible a turismo de convivencia.
No es solo cuestión de palabras. Es un cambio de paradigma.
Por qué el término importa
Decir turismo accesible pone el foco en la barrera, en lo que falta: la rampa que no está, el hotel que no cumple, el transporte que no llega. Hablar de turismo de convivencia pone el foco en lo que sí sucede: en la plaza del pueblo que acoge a todos, en el restaurante que quiere servir a cualquiera que tenga hambre, en el destino que se abre como anfitrión orgulloso.
La convivencia es más que accesibilidad: incluye a los viajeros, a los vecinos, a los comercios, al entorno natural y a la cultura local. Es un concepto más humano, más cálido, que nos invita a compartir, no solo a “permitir el acceso”.

Qué implica este cambio
Pasar a hablar de turismo de convivencia significa integrar tres dimensiones:
- enriquecedor para el destino: un buen viaje deja algo más que gasto en alojamiento; deja aprendizaje, colaboración, historias que se cuentan y relaciones que permanecen.
- para todas las personas: no solo para turistas con discapacidad, sino para familias con niños, personas mayores, viajeros que no hablan el idioma, ciudadanos locales que también merecen disfrutar de su ciudad sin barreras.
- sostenible y respetuoso: si el turismo genera ruido, contamina o expulsa a la población local, no es convivencia, es invasión.
Cómo llevarlo a la práctica
Adoptar el turismo de convivencia como enfoque implica repensar todo el ecosistema:
- Crear productos turísticos que sean atractivos también para los propios residentes, para que no haya una separación entre “ellos” y “nosotros”.
- Involucrar a la comunidad local en el diseño de experiencias.
- Garantizar accesibilidad universal, pero sin convertirla en un requisito mínimo, sino en un valor añadido que mejora la experiencia de todos.
- Diseñar rutas y servicios que cuiden el medioambiente y respeten el ritmo de vida local.
Un concepto con propósito
El turismo de convivencia no es solo marketing. Es un compromiso con una forma de viajar que genera impacto positivo. Es turismo que suma, que transforma y que recuerda que compartir mesa, calle y paisaje es la mejor forma de conocernos.
En IMPULSA IGUALDAD y TUR4all Travel creemos que esta es la evolución natural del turismo accesible: dejar de hablar de lo que falta y empezar a hablar de lo que construimos juntos.
Porque si el turismo no nos hace convivir mejor, entonces no está cumpliendo su función.
Fran J. Sardón. Presidente de IMPULSA IGUALDAD y TUR4all Travel.
Fotografía: Jorge Villa (Servimedia)